Es normal que las víctimas experimenten cambios drásticos en su personalidad y comportamiento, lo que sumado a una pérdida de contacto con su familia y amigos, da como resultado un profundo aislamiento social.
Es esto mismo, para ayudar a una persona captada de manera efectiva, es fundamental tener en consideración en la medida de lo posible los siguientes puntos clave, evitando empeorar la situación. Para ayudar a estas personas de manera efectiva, es fundamental seguir los siguientes pasos clave para no empeorar su situación.
Algo realmente importante es reconocer que la verdadera culpabilidad de esta situación la posee quien o quienes lideran el grupo coercitivo, ya sean gurú, director/a, etc.
Es muy frecuente ver a familiares y amigos de la victima se culpabilizasen por lo sucedido, creyendo erróneamente que deberían enfrentar la tarea de reparar la situación de manera solitaria. Si bien es natural que suceda, hay que comprender que la culpabilización del entorno refuerza el condicionamiento de la persona captada.
Carece de sentido preguntarse sobre qué se pudo haber hecho mal en el pasado. En cambio, es mucho más productivo pensar en la relación presente y futura con la víctima.
Por lo general, la familia es el grupo de pertenencia más fuerte que ha tenido la persona captada y, por lo tanto, el mejor para su ayuda. Es vital que el grupo familiar realice una critica constructiva y analice su propio funcionamiento para que quienes la componen, incluyendo a la persona captada, se sientan lo mejor posible entre ellos. De esta manera, se maximizan las posibilidades de recuperar a la victima que ha sido captada y apartada.
Cuando intentamos convencer a la víctima de que abandone la organización o intentamos argumentar en su contra, es probable que el adepto se aferre aún más a sus creencias y al grupo. Ellos lo convencieron de que su familia actuará en contra de su «libre elección», porque no comprenden, no lo quieren, etc. Lo esencial no es cuestionar y debatir sus creencias, aunque sean extrañas; ni sus cambios, aunque sean preocupantes. Hay que escuchar, mostrar empatía hacia su experiencia, y entender que lo esencial es el apresamiento que ha generado la organización coercitiva sobre la persona. Ha fragmentado su individualidad: por un lado, está el sujeto original, quien comprende lo que proviene de su entorno pero que está incapacitado para responder a ello; Por el otro, su nueva identidad, que escucha los argumentos de sus familiares como agresiones hacia él y el grupo, y que le generan también respuestas agresivas, que pueden desembocar en ruptura. Sobre todo, es muy importante nunca nombrar al grupo como «secta».
A pesar de los cambios que las víctimas experimentan y que algunas veces puede parecer incómodo frecuentarlos, es fundamental mantener una conexión emocional con ellos. Hay que seguir hablándole en los términos habituales, para reforzar los lazos de la familia, incluso si se tiene la impresión de que no escucha ni presta atención. No te desalientes si parecen distantes o rechazantes, ya que esto forma parte del condicionamiento de la organización. Permanece abierto y disponible para cuando decidan buscar ayuda.
Recuerda los momentos felices compartidos, es importante hablarle del pasado común y de los proyectos que correspondían a sus antiguos centros de interés, etc. Asimismo, si tomamos conciencia de lo que implica para una persona la coerción psicológica que ejerce el grupo sobre su pensamiento, y vida intelectual, será sumamente importante invitarlo a actividades culturales y/o artísticas, musicales, etc.
Plantear límites.
El adepto puede considerar las normas del grupo más importantes que las de la familia o la sociedad. Puede llegar, incluso, a cometer infracciones en total inconsciencia. Hay que lograr que respete ciertas normas sin por ello parecer agresivo. En ningún caso implantar discursos moralistas o bajar línea en modo autoritario; hay que manifestar el desacuerdo con ciertos comportamientos, sin culpabilizarlo y presionarlo. Un límite primordial es nunca facilitarle dinero.
Es importante informarse lo mejor posible acerca de las características del grupo y sus líderes, de los métodos que usan, etc. Para ello no será necesario presionar al adepto ya que los grupos generalmente divulgan bastante sus datos por la red. Asimismo, será importante saber si existen grupos de ex adeptos que informen sobre el grupo. Nada de esto será usado en el vínculo con el familiar captado, sino conservado y analizado.
No hay que perder de vista que, a pesar de lo que le sucede a la familia con el adepto, a pesar del sufrimiento por el que pasa, la vida continúa, hay otros miembros que demandan y merecen atención. Además, el hecho de que la familia no pierda algo de su alegría, de su interés por diferentes cosas, hará que el adepto vea que es un lugar al que puede regresar, que la vida fuera del grupo no es como se la han pintado, que vale la pena mantener los lazos familiares, etc.
Cuando nos enfrentamos a la situación de que alguien cercano ha sido captado por una organización coercitiva, es comprensible sentirnos perdidos y solos. Las soluciones que consideramos habituales o de sentido común pueden no ser efectivas en estos casos tan complejos. Sin embargo, es fundamental recordar que no estamos solos y que existen recursos disponibles para brindar apoyo.
Es esencial evitar aislarse en una soledad vergonzosa. En lugar de eso, debemos buscar el apoyo de personas en nuestro círculo más cercano que hayan sido valoradas por la persona captada. Compartir la carga de la situación con aquellos en quienes confiamos puede aliviar parte del peso emocional y ayudarnos a encontrar soluciones más efectivas. Además, buscar contacto con otros que hayan pasado o estén pasando por una situación similar puede ser de gran utilidad. En algunos casos, es posible que sea necesario buscar ayuda profesional especializada.
En momentos de desafío y confusión, es crucial recordar que la esencia del sujeto original está siempre presente. Aunque los comportamientos negativos, agresiones y desprecios puedan hacer dudar de su presencia, es importante resistirse ante la idea de negar o rechazar a nuestro ser querido. Este punto crítico puede ser peligroso tanto para la familia como para la persona captada, ya que puede conducir a resignarse a perderlo y entregarlo por completo al grupo coercitivo. Este es el punto ante el cual se deben redoblar las alertas pues el grupo es, entonces, el que llevaría todas las de ganar.
Es fundamental estar alerta en este momento y no ceder ante las presiones del grupo. Aunque la persona haya sido sometida, aplastada y atrapada, su verdadero yo no puede desaparecer por completo. Debemos seguir hablándole de las cosas que antes le apasionaban, recordarle las personas que valoraba y expresarle el amor incondicional que sentimos por él o ella.
Cuando finalmente llegue el momento en que el adepto pueda liberarse de la influencia del grupo coercitivo, surgirá la necesidad de tres tipos de información cruciales:
El tiempo pasado en un grupo de riesgo se caracteriza por la repetición constante de los mismos actos y emociones. Para ayudar a la víctima a recuperar su autonomía, es crucial facilitar la reconstrucción de su historia personal. Una forma efectiva de lograrlo es proporcionándole un relato detallado y cuidadosamente elaborado de lo que ha ocurrido en su entorno durante ese periodo de tiempo.
Este relato, preparado mientras la víctima estuvo atrapada en el grupo coercitivo, puede abordar diversos aspectos. Sería beneficioso incluir los cambios notables en actitudes y comportamientos que la víctima experimentó, reproducir conversaciones sorprendentes que tuvieron lugar y resaltar los indicios de coerción a los que estuvo expuesta. A través de este relato, la víctima podrá comprender mejor la evolución de las relaciones tanto consigo misma como con los demás, brindándole la oportunidad de recuperar anécdotas perdidas o mal interpretadas debido a su participación en el grupo.
Esta lectura se convertirá en un punto de partida para reparar el daño que el grupo coercitivo ha dejado en la vida de la víctima. Le permitirá reconstruir su narrativa personal, integrando las piezas faltantes y reinterpretando eventos pasados desde una nueva perspectiva. A través de este proceso, la víctima podrá sanar heridas emocionales, reconstruir su identidad y encontrar la fuerza para avanzar hacia una vida libre de la influencia coercitiva.