“Buscaba un deporte y terminé en una carpa aspirando azufre.”
Dentro de los increíbles testimonios de sobrevivientes que se vienen recabando en distintos lugares del mundo, desde Ley AntiSectas en conjunto con la Red Librementes llegamos a la provincia de Santiago del Estero. En donde nos encontramos con una joven que fue captada en su adolescencia por una Organización Coercitiva cuando buscaba una práctica deportiva para realizar. Vivian Bértoli nos relató cómo fue captada ante una situación de vulnerabilidad, con el objetivo de arrojar luz sobre las tácticas y métodos utilizados por estas organizaciones y ayudar a otros que puedan encontrarse en una situación similar.
Una captación aprovechándose de una situación de vulnerabilidad
En busca de una actividad deportiva a los 14 años, Vivian ingresó a una escuela de Kung Fu en el año 2010. Lo que parecía una elección prometedora pronto se convirtió en una experiencia perturbadora, cuando se vio envuelta en las redes de una organización coercitiva.
La joven relató que fue recibida con mucha amabilidad y el ambiente parecía propicio para su desarrollo personal. Sin embargo, la captación no fue instantánea. Durante un tiempo, la joven logró ignorar sugerencias y mandamientos impuestos, dentro de una jerarquía opresiva. No obstante, su plena captación estuvo estrechamente relacionada con aspectos de vulnerabilidad emocional, tal como sucede en muchos casos similares.
A los 15 años, un suceso personal traumático marcó un punto de quiebre para la adolescente. La muerte trágica de su mejor amigo generó inestabilidad en su vida, y en busca de apoyo emocional en un entorno que no podía brindárselo, encontró consuelo en esta presunta escuela de Kung Fu. Ellos la escucharon, le dieron consejos y ofrecieron respuestas, aunque impregnadas de un carácter místico.
Le ofrecieron un “camino de evolución espiritual”. Una forma de elevar su conciencia a otro punto en el que pudiera contactarse con su amigo fallecido e interceder por la paz de ambos. La convencieron bajo el supuesto de que el alma de su amigo estaba atrapada, y la manipularon con sentimientos de culpa y miedo.
La evolución espiritual tiene un costo…
La jerarquía de la escuela estaba liderada por un profesor, pero todas las decisiones pasaban por el filtro del líder, quien poseía un papel que trascendía lo deportivo. Este líder ejercía un control absoluto sobre los conocimientos y entrenamientos que se transmitían a los miembros de la escuela. Las creencias adoptadas por la organización imponían una fusión entre lo deportivo y lo espiritual, convirtiéndolo en una obligación. Se practicaba una mezcla de cristianismo, misticismo, esoterismo, astrología, entre otras. Además, existían limitaciones en los conocimientos que se transmitían a los miembros basadas en su género.
Pero el hecho más destacable, es que en busca de la “evolución espiritual” la organización aplicaba distintos rituales y diversas prohibiciones a los miembros, controlando aspectos de su vida diaria. Desde restricciones en la vestimenta, alimentarias, creencias, hasta hasta la prohibición de actividades recreativas y de estética personal. Incluso llegaban a regular la vida sexual de los miembros y estigmatizar a personas que incumplieran los lineamientos impuestos.
Dentro de la organización, se llevaban a cabo una serie de rituales que dejaron perpleja a la víctima. Se realizaban ayunos prolongados, constantes sacrificios, sesiones de meditación, pranayamas para inhibir el deseo sexual, conjuros de magia blanca. Uno de los rituales más extraños relatados por la joven fue la experiencia de entrar en una carpa para inhalar el olor del azufre derretido.
Estas experiencias inquietantes arrojan luz sobre los rituales poco convencionales practicados en el seno de una organización coercitiva y plantean interrogantes sobre sus posibles efectos en la salud física y mental de quienes son sometidos a ellos.
Discriminación y castigos físicos
Dentro esta organización, había una inquietante discriminación de manera sistemática. Exponiendo prácticas e ideologías machistas, homofóbicas y transfobicas que se difundían abiertamente, tratando de convencer a los miembros de que la comunidad LGBTI+ eran desviados y antinaturales. Asimismo, existía un estigma hacia las personas con problemas psiquiátricos, considerándolas como individuos que habían desviado el camino del bien debido a la influencia del diablo y energías negativas.
La protagonista pudo observar que aquellos que mostraban una mayor apertura hacia su sexualidad o no cumplían con los roles de género establecidos se los sometían a malos tratos físicos camuflados como parte del entrenamiento, aparentemente en un intento de castigo para que cumplieran con los cánones de heteronormatividad.
Todos los miembros que incumplieran los lineamientos se sometían a rutinas extenuantes sin tener en cuenta sus condiciones médicas individuales. El respeto hacia los límites y las necesidades individuales era inexistente. El régimen era militarista, y esto venía acompañado de lesiones frecuentes.
Trata de personas y enriquecimiento ilícito.
En términos económicos, inicialmente no existían grandes problemas, hasta que surgió el proyecto de los líderes de construir un templo en otra provincia, lo que llevó a la explotación laboral no remunerada.
Se requería recaudar mucho dinero de la forma que sea, vender rifas semanalmente, ventas de publicidad y productos de la organización, que muchas veces terminaban siendo adquiridos por los propios miembros. Además, se coaccionaba a los miembros para comprar libros de guía espiritual publicados por los líderes, que en realidad eran adoctrinamiento encubierto. La organización también se aprovechaba de profesionales como abogados, arquitectos y médicos, para trabajar en beneficio de la organización. Los líderes se aseguraban de que todos aportaran económicamente mediante amenazas de expulsión.
En un acto, que la víctima destaca como uno de los más lamentables, la organización seleccionó personas de diferentes provincias para llevar a cabo la construcción del “templo” destinado a los líderes. Entre ellos, se encontraban muchos de los compañeros de la protagonista, quienes se vieron obligados a dedicarse exclusivamente al trabajo de albañilería sin ninguna remuneración económica, sin la posibilidad de poder volver a sus hogares, y sin un objetivo deportivo. Esta situación se extendió durante meses e incluso años. A medida que avanzaba la obra, los líderes comenzaron a exigir cada vez más dinero a los miembros de la organización, generando una presión constante.
El resultado de este arduo trabajo fue la construcción de un edificio de tres pisos, pero no todos los compañeros regresaron…
El mensaje que quiere dejarnos Vivian con su testimonio
La historia de Vivian revela peligros ocultos que pueden existir en aparentemente inocentes instituciones. Su testimonio nos muestra cómo la captación emocional, las técnicas de persuasión coercitiva y la manipulación psicológica se utilizan como herramientas para someter a los individuos y mantenerlos atrapados en un sistema de abuso y explotación.
La historia culmina con una toma de conciencia ante la situación, y el intento desesperado de la joven y sus amigos por liberarse de esta pesadilla. Sin embargo, las consecuencias de su decisión de abandonar la organización no se hicieron esperar. Amenazas, sabotajes y engaños místicos, fueron algunas de las tácticas utilizadas para intentar mantenerlos cautivos.
Hoy Vivian tiene una vida plena como futura licenciada en Filosofía, y se dio cuenta que salir de la organización no la llevaría a la condenación de una vida infeliz, como siempre le hicieron creer. Ahora ella busca dejarnos su experiencia como una forma de tomar conciencia sobre la importancia de la visibilización de esta problemática.