Pseudociencias coercitivas: La manipulación se disfraza de ayuda

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En los últimos años, el crecimiento de las pseudociencias y de las organizaciones coercitivas ha encendido una señal de alarma en todo el mundo. Cada vez más personas, en busca de alivio, bienestar o sentido, son captados por redes que prometen soluciones rápidas, sanación espiritual o crecimiento personal, pero que en realidad esconden estructuras de manipulación, abuso y control. En este contexto, surge un fenómeno especialmente peligroso: las pseudociencias coercitivas, prácticas que combinan falsas teorías científicas con mecanismos psicológicos de coerción para dominar a sus víctimas.

Estas prácticas no solo afectan la salud física y mental de las personas, sino que también vulneran derechos fundamentales, rompen vínculos familiares y, en los casos más graves, llevan a la ruina económica, el aislamiento social o incluso la muerte.

¿Qué una pseudociencia?

Podemos definir una pseudociencia coercitiva como una práctica o sistema que se presenta falsamente como científico o terapéutico, pero que carece de evidencia comprobable y verificación empírica autorizada, utilizando además métodos de manipulación y control psicológico para mantener a las personas bajo su influencia.

Detrás de un lenguaje de aparente bienestar (“sanación energética”, “biodescodificación”, “terapias cuánticas”, “medicina espiritual”, “reprogramación emocional”, etc.), se esconde un mecanismo diseñado para captar, estafar y aprovecharse de la vulnerabilidad.

La pseudociencia como herramienta de control

Las pseudociencias coercitivas suelen aprovechar la vulnerabilidad emocional o física de las personas. Quienes atraviesan enfermedades, duelos, problemas familiares o incertidumbres vitales se convierten en blanco fácil de promesas seductoras: “puedo curarte”, “puedes sanar con la mente”, “la medicina tradicional miente”, “si crees lo suficiente, nada te hará daño”.

Lo que diferencia a las pseudociencias coercitivas de otras formas de manipulación es que se amparan en la apariencia de legitimidad científica. Utilizan terminología técnica, gráficos o referencias a conceptos reales de la biología, la física o la psicología, pero de manera distorsionada y sin sustento empírico.

Por ejemplo, hablan de “frecuencias vibracionales”, “energías cuánticas” o “memorias celulares”, términos que suenan sofisticados pero no tienen base en ninguna investigación reconocida. Esta estrategia otorga una ilusión de autoridad y credibilidad, haciendo que sus seguidores crean que están eligiendo libremente una “alternativa científica”, cuando en realidad están siendo víctimas de engaño.

Además, muchos de estos grupos desarrollan una narrativa conspirativa, según la cual la ciencia, los médicos o las farmacéuticas “ocultan la verdad” para mantener el control o las ganancias. De este modo, instalan la desconfianza hacia los sistemas de salud y fomentan la ruptura con los tratamientos médicos reales, lo que puede tener consecuencias fatales.

Los riesgos para la salud y la vida

Las pseudociencias pueden generar daños irreparables. En el plano físico, muchas personas abandonan tratamientos médicos comprobados (como la quimioterapia, los medicamentos psiquiátricos o las cirugías necesarias) para seguir métodos “alternativos” sin eficacia, basados en rezos, ayunos, “energías” o “dietas milagrosas”. Esto lleva a empeoramiento de enfermedades, muertes evitables y daños crónicos.

En el plano psicológico, las consecuencias son profundas: ansiedad, culpa, depresión, pérdida de identidad, situaciones metales complejas derivadas de la manipulación prolongada. Las víctimas suelen sentirse avergonzadas, confundidas y solas, porque no logran entender por qué No fueron curados y/o sanados, o cómo fueron captados por estafadores.

Finalmente, en el plano social y económico, los daños también son severos: ruptura de vínculos familiares, endeudamiento o empobrecimiento a causa de las exigencias económicas. En muchos casos, incluso los hijos de las víctimas son afectados por el entorno de aislamiento, mentiras y control al que son sometidos.

Las pseudociencias coercitivas no son solo un problema individual. Son una amenaza colectiva.
Al promover ideas contrarias a la evidencia científica, ponen en riesgo la salud pública; al utilizar tácticas de manipulación y coerción, violan derechos fundamentales; y al infiltrarse en espacios educativos, políticos o religiosos, ponen en peligro los valores democráticos y el pensamiento crítico.

Cómo protegernos y proteger a otros

Frente a la expansión de estas prácticas, es fundamental fortalecer la educación científica, el pensamiento crítico y la empatía social. Algunas recomendaciones básicas incluyen:

  1. Verificar la información: ante cualquier práctica “terapéutica” o “alternativa”, buscar fuentes científicas confiables, consultar profesionales matriculados y verificar si existe evidencia real de eficacia.
  2. Desconfiar de promesas absolutas: nadie puede garantizar curas inmediatas o totales. La ciencia trabaja con probabilidades, evidencia y seguimiento.
  3. Identificar señales de manipulación: si una persona o grupo intenta aislarte de tu entorno, desacredita toda opinión externa o exige dinero o trabajo para “sanarte”, es momento de alejarse y buscar ayuda.
  4. No culpabilizar a las víctimas: quienes son captados por pseudociencias coercitivas no lo hacen por ignorancia, sino por vulnerabilidad. La mejor respuesta social es la contención y la información.
  5. Denunciar y visibilizar: es necesario promover políticas públicas, educación y legislación específica que proteja a las víctimas y sancione a quienes ejercen coerción bajo disfraces pseudocientíficos.

Las pseudociencias prosperan donde hay desesperanza, desconocimiento y falta de contención. Frente a eso, la herramienta más poderosa que tenemos como sociedad es la verdad: la verdad que se construye con evidencia, con empatía, con trabajo interdisciplinario y con un compromiso genuino por el bienestar de todos.

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Vivian Bértoli
Redacción