Me casé con el Pastor y terminé en un neuropsiquiátrico al borde de la muerte.
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Como víctima, muchas veces tuve que responder a la pregunta: «¿Por qué permitiste tantas cosas?»
“Más de treinta años estuve involucrada en la iglesia, transitando por diferentes estratos. Conozco todas las denominaciones, discursos y discursos, y todos son iguales», dice Rosario, quien, como víctima, participó en varias organizaciones coercitivas a lo largo de su vida. Su madre fue captada en una situación vulnerable cuando buscaba ayuda para los problemas de drogadicción de sus otros hijos, los hermanos mayores de Rosario, y para tener una vida mejor para ella. En ese entonces, Rosario tenía tres años. La mamá de Rosario comenzó a trabajar como personal de limpieza en la iglesia como voluntaria, una actividad que realizó durante décadas sin recibir ningún tipo de remuneración.

Ninguna persona puede alejarse de la iglesia sin sentir culpa.
Rosario reconoce que en su infancia el adoctrinamiento comenzó a una edad muy temprana. La iglesia a la que asistía ofrecía retiros espirituales desde los tres años, y ella siempre fue muy participativa. Siempre estuvo presente en los campamentos para niños y adolescentes que la iglesia organizaba. El trabajo infantil era normal; ella limpiaba parabrisas y pedía monedas. «En pos de la visión y el crecimiento del reino, todos trabajamos para ello», era el lema que le decían. Luego, cuando tenía trece años, su mamá, cansada de ser parte de una congregación menos privilegiada dentro de la iglesia, decidió cambiar a otra.

Recuerdo absolutamente todo.
El sentimiento de culpa acompañó a Rosario durante toda su adolescencia. Cada vez que salía de un cumpleaños de quince, pensaba que iría al infierno por haber tomado alcohol. A los dieciséis años, tuvo que hacer un pacto de pureza y castidad, comprometiéndose con Dios a llegar virgen al matrimonio. Rosario dice: «Claramente no lo cumplí, y muchas otras chicas tampoco, como las hijas de los pastores». Ellas son las únicas que pueden abortar, el resto no.

Me casé apresuradamente.
«Cuando conocí a mi marido, yo tenía 22 años y era miembro de una iglesia. Lo habían invitado a dar una charla sobre autoestima porque él es psicólogo», dice Rosario. Adrián Intrieri es un psicólogo y pastor que fundó su propia iglesia. En medio de ese contexto, el nacimiento del primer hijo del matrimonio fue un secreto, ya que no estaban casados, una condición mal vista dentro de la congregación. Rosario recuerda el día en que se casó como un trámite improvisado: «Nuestro hijo tenía cuatro días de nacido, Adrián me dijo que tenía un día libre entre conferencias y que nos íbamos a casar. Ni siquiera me lo preguntó, tuve que comprarme el vestido, maquillarme y peinarme yo sola y apurada», resaltó.

El Pastor es persuasivo y no es obvio, por eso no te das cuenta de lo que hace.
Intrieri mentía sobre su estilo de vida para mantener una imagen favorable hacia el exterior. Usaba ropa de marca, un Rolex y productos de última tecnología, pero no podía proveer para su propia familia. No le permitía a Rosario comprar ciertos alimentos, como queso rallado, porque era un lujo. En una ocasión, él se fue de gira por conferencias en todo el país y solo le dejó dos paquetes de fideos a Rosario y a sus hijos, diciéndole que se las arreglara con eso. Intrieri nunca ejerció violencia física contra Rosario, pero sí violencia psicológica. Cuando ella estaba embarazada de nueve meses y no podía moverse como antes, la obligaba a limpiar toda la casa o, si él quería tener intimidad, ella no podía negarse. El sueldo completo de la entonces esposa iba al colegio privado de sus hijos para mantener una imagen de excelencia.

Me manipuló para que intentara suicidarme.
Rosario estaba en Misiones acompañando a su marido en una conferencia cuando se enteró de que su hermano había fallecido. «Recibí la noticia un mes antes de que se cumpliera un año de la muerte de mi mamá. Fue devastador, y mi marido (que es psicólogo) me dijo que mi hermano murió como vivió, de una mala manera, y que no tenía derecho a llorar. Me dijo que me lavara la cara y que no arruinara las vacaciones de los niños». Ella afirma que Intrieri ni siquiera le permitió pasar por el proceso de duelo por su pérdida. Esto la llevó a su primera sobredosis de medicamentos para dormir y a su primera internación en un neuropsiquiátrico, que duró tres meses. Después de varias internaciones y la petición de divorcio por parte de ella, Intrieri le dijo que sus hijos iban a sobrellevar mejor la muerte de su madre que verla en ese estado, y le entregó una bolsa llena de pastillas.

La despedida.
El Pastor decidió celebrar la Semana Santa en su hogar. Rosario no estaba interesada y, después de automedicarse, se dedicó a dormir durante las Pascuas. Él se disculpó en su nombre, diciendo que ella se sentía mal porque no podía superar sus pérdidas. Dice que la gente de la iglesia ni siquiera se preocupó por acercarse a hablarle después de eso. El tiempo total de internación fue de medio año, sin recibir visitas. Sin embargo, las amigas de Rosario le dijeron tiempo después que siempre quisieron visitarla, pero que su marido les decía que no se les permitía. Él dejó de visitarla y llevar a sus hijos como represalia por haber compartido sus problemas matrimoniales con los psicólogos y manchar su imagen de hombre bueno. Él era el mártir, el hombre solo y sufrido, la víctima a los ojos de sus feligreses. En el último intento de suicidio de Rosario, donde terminó en coma y fue internada nuevamente, su marido no la visitó en ningún momento. En cambio, estaba celebrando su cumpleaños con los miembros de la iglesia, quienes le habían organizado una fiesta sorpresa para agasajarlo.

Un nuevo comienzo.
En una de las últimas internaciones, una doctora se dio cuenta de lo que estaba sucediendo. Rosario estaba siendo medicada incorrectamente por su propio marido, quien, sabiendo de farmacología, actuaba en su contra. Intrieri trabajó muchos años en una editorial que luego terminó editando sus propios libros. El último libro que publicó se titula «Dios me ve perfecto aunque hago todo mal».

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Pablo Salum
Entrevista
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Francisco Tellez
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