Carolina, una joven estudiante de una carrera relacionada con la salud, jamás imaginó que su búsqueda de sanación la llevaría a un oscuro camino de manipulación y daño psicológico. Su historia es un testimonio desgarrador sobre los peligros de las pseudoterapias y los grupos coercitivos que se aprovechan de personas vulnerables.
Todo comenzó en marzo de 2019, cuando la joven atravesaba un momento difícil en su vida familiar. Lidiando con un trastorno de ansiedad generalizada diagnosticado previamente, Carolina buscaba desesperadamente alivio para su sufrimiento emocional. Fue entonces cuando recibió un mensaje por Facebook que cambiaría su vida drásticamente.
«Me ofrecían paz, calma, tranquilidad, sanación del ser», recuerda la sobreviviente. «Decían que iba a alcanzar un estado de iluminación y vibración tan alto que sanaría todos mis problemas».
El grupo, liderado por una mujer que se hacía llamar «Monina» o «Money», se presentaba como un espacio de terapias holísticas. Sus prácticas incluían una mezcla ecléctica de técnicas pseudocientíficas como reiki, flores de Bach, barras access, meditación y reflexología. Todas estas prácticas están catalogadas como pseudoterapias potencialmente peligrosas por organismos de salud en países como España y Francia.
En su primer encuentro con el grupo, Carolina se sintió inmediatamente acogida. «Eran todos como unos guerreros luchadores de la vida», relata. «Había una sobreviviente de cáncer de mama, una supuesta psicóloga que criticaba la terapia convencional… Me sentí súper reconfortada en ese espacio».
Los rituales se llevaban a cabo en un ambiente cuidadosamente preparado, con velas, música relajante y símbolos esotéricos. A la víctima se le hacía creer que era una «elegida» que había superado grandes obstáculos para llegar allí. Esta sensación de pertenencia y reconocimiento fue crucial para ganarse su confianza.
Con el tiempo, las sesiones se volvieron más intensas y personalizadas. Carolina comenzó a participar en rituales individuales con Monina, donde se le administraban sustancias desconocidas bajo el pretexto de ser «flores de Bach» o «aceite de cannabis». Estas sesiones provocaban en ella fuertes alucinaciones y estados alterados de conciencia.
«Me ponían gotas debajo de la lengua antes de subir a una camilla», explica la sobreviviente. «Empezaban a hacerme masajes en la cabeza y ahí comenzaban las alucinaciones. Era como una borrachera viendo todas las imágenes de ornamentación que tenía alrededor».
Estos episodios, que duraban aproximadamente una hora, eran guiados por Monina, quien afirmaba ver y escuchar las mismas cosas que Carolina. Expertos en sectas y grupos coercitivos señalan que esta es una técnica común utilizada para manipular la percepción de la realidad de las víctimas.
A medida que se profundizaba su participación en el grupo, a Carolina se le hizo creer que tenía un «karma sucio» que necesitaba limpiar no solo para sí misma, sino también para sus futuros hijos. Esta carga de responsabilidad y culpa es otra táctica frecuente en grupos manipuladores para mantener a sus seguidores bajo control.
El deterioro de la salud mental de la joven fue progresivo pero devastador. Los rituales, combinados con el consumo de sustancias no identificadas y la manipulación psicológica, la llevaron a un estado de confusión y angustia extremas. Finalmente, la situación se volvió insostenible.
«Terminé internada en un neuropsiquiátrico», confiesa con dolor la sobreviviente. «Todo lo que me prometieron que me sanaría acabó destruyendo mi vida por completo».
Hoy, Carolina lucha por recuperarse de esta traumática experiencia. Medicada y aún lidiando con las secuelas psicológicas, ha decidido compartir su historia para advertir a otros sobre los peligros de estas prácticas. Su testimonio es un llamado de atención sobre la necesidad de regular y controlar a los grupos que ofrecen «terapias alternativas» sin fundamento científico.
«Quiero que otras chicas no sufran lo mismo», afirma con determinación. «Estas personas operan con consultorios clandestinos, ofreciendo terapias médicas que no son reales. Es muy peligroso».
El caso de Carolina no es aislado. Expertos advierten sobre el auge de grupos pseudoterapéuticos que se aprovechan de personas en situación de vulnerabilidad. Las autoridades sanitarias instan a la población a buscar ayuda profesional acreditada y a desconfiar de promesas de sanación rápida o milagrosa.
La historia de esta valiente sobreviviente nos recuerda la importancia de la educación y la conciencia crítica como herramientas fundamentales para protegernos de la manipulación y el engaño. En un mundo donde la información y la desinformación conviven, distinguir entre ciencia y pseudociencia puede marcar la diferencia entre la sanación y el daño irreparable.