"Jugaban cruelmente con mi mente para manipularme y quitarme el dinero"
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La vulnerabilidad de las personas

Cuando de organizaciones coercitivas se trata, la gente tiende a culpar a las víctimas argumentando su predisposición a “caer” en ellas. El caso de Olga Umattino, profesora, psicopedagoga y educadora diferencial chilena, es otro buen ejemplo del estado de vulnerabilidad personal que los gurúes como Esther Iturralde buscan.
A raíz de una serie de acontecimientos trágicos en su vida, Olga perdió su trabajo, su hogar y se vio obligada a regresar casa de sus padres junto a su hijo Joaquín.
“Toda mi vida he trabajado”, afirma Olga que, a pesar de las dificultades, logró conseguir un empleo público como capacitadora de personas en situación de discapacidad. Sin embargo, la vida seguiría golpeándola, cuando la cardiopatía que padece desde los nueve años la llevara a necesitar un trasplante tri-valvular.

Fondéate a la parcela

“Cuando estaba con una pata en el cajón, lista para morir, se me habré una luz —continúa—, y de cuatro hospitales que pasé, me mandan a operar a una clínica”, cuenta Olga, tras golpear la puerta de varios hospitales. Sin embargo, la operación se llevó a cabo el mismo día que se detectaron los primeros casos de Covid-19 en Chile, y Olga acabó en una habitación al lado de las personas infectadas. “Fondéate a la parcela”, le dijo el doctor, “Tu postoperatorio es muy largo, pero no tengo profesionales para ofrecerte, ni lo vas a poder hacer, así que te vamos a tratar de enseñar algunas cosas aquí, y te voy a hacer un informe para que salgas del centro de Santiago”.

Yo sé que tú puedes
Por las vueltas de la vida, Olga acabó llevando su postoperatorio en casa del padre de su hijo. Estaba separada, pero aún conservaba una buena relación.

“Qué estudio que yo no sepa de mi profesión”. Ante la duda de qué hacer en este largo periodo de tiempo, Olga se decanta por seguir instruyéndose a sí misma. Es en ese momento cuando elige entre sus dos opciones aquella de la que había oído cuando trabajaba en capacitaciones, el coaching.
Un día, mientras cocinaba y escuchaba música, Olga escucha la voz de Esther, que promocionaba un pódcast donde hablaba del empoderamiento femenino. Allí es cuando Olga decide contactar a la gurú, y esta le ofrece ser parte de su curso valuado en ocho mil dólares.
“Fue de las pocas veces que hablé con Esther”, asegura Olga, y fue convencida. Este tipo de estafadores online suelen comunicarse personalmente con sus víctimas con el fin de generar una sensación de vínculo, para luego poner un intermediario entre ambos y dificultar su acceso mientras extorsionan a sus víctimas. “Yo sentía que me hablaba a mí”. Un método de captación conocido entre estas organizaciones es la adulación de la resiliencia. En su caso, cuando Olga la escuchaba hablar sobre la superación de enfermedades o malos amores, sentía que Esther se comunicaba con ella. No fue hasta más tarde que comenzaría a percatarse de que el discurso era el mismo para las setenta personas que asistieron a la primera clase.
El manifiesto Sherpa
Sherpa es el nombre de la etnia que vive en las regiones montañosas de Nepal. Esther utiliza la fama de “guía del Himalaya” que poseen estas personas para hacer creer a sus víctimas que ellos son futuros guías.
“Yo soy el amor de mi vida. Amo quien soy, y en quien me estoy convirtiendo”, esta era una de las frases del manifiesto sherpa, oraciones que Olga y sus compañeros debían repetirse frente al espejo todos los días. “Entiendo que además de un modelo de negocio, esta vocación requiere transparencia, vulnerabilidad y empatía. Estoy dispuesta a presentarme así con cada persona que decida trabajar conmigo, ya que reconozco que tiene una situación emocional única, y siempre será un privilegio para mí ser su sherpa. Todo lo que tengo que hacer me emociona porque YO lo escogí. Estoy diseñando mi futuro sin límites”. “Mi mundo interior crea mi realidad exterior”.
En las “Declaraciones”, Olga debía llevarse una mano al pecho o la cabeza, y decir cosas como “Lo que escuche acerca del dinero no es necesariamente cierto. Decido adoptar nuevas formas que contribuyen a mi felicidad y prosperidad”, o “tengo una mente creativa y exitosa”. Estos métodos se llevan a cabo con la finalidad del auto convencimiento de la víctima, para que esta se culpabilice a sí misma por todo lo malo que le sucede.
La gurú también asegura especializarse en la práctica del Breathwork Healing, que llevaba a cabo en sus clases. En ella, Olga debía recostarse y respirar durante cuatro segundos y exhalar en siete, a medida que imaginaba situaciones dolorosas de su vida. “A mí me costaba mucho porque yo estaba empezando a respirar nuevamente. Terminábamos todos llorando”. El quiebre emocional es otra forma habitual de vulnerar a las víctimas, y sumado a los módulos que Iturralde impartía (como escribir tu vida entera profundizando en tú “Yo” del pasado) logró calar en la mente de Olga.

El directorio Sherpa
“Nosotros estábamos muy coercionados”. En el verano de ese año, un compañero del curso le escribió a Olga para pedirle ayuda con su medicación. Siendo padre de dos hijos y padeciendo de cáncer, el hombre continuaba pagando la cuota por mes de Sherpa. Esa misma semana, Esther les comunicó su nueva idea: un evento único, donde las tres primeras personas que completasen sus módulos podrían exponer frente a los demás y entrar en el “Directorio Sherpa”, un proyecto hecho con el fin de convertir en coaches a sus estudiantes. Olga fue de las primeras en terminar. “Tenías que enviar las preguntas para una próxima clase, o pedir una sesión, pero esto era tan coercitivo, ahora me doy cuenta, que tú no podías hacer preguntas directamente con ella. Pagué ciento noventa y siete dólares, y la sesión se la hice yo a Esther”.
Tras el fallido intento, Olga consiguió que Esther leyera una de sus preguntas en clase: “¿Cuál es el criterio evaluativo que usa para medir qué alumnos están preparados para exponer ante otros?”. Ante esto, Iturralde le responde que “esta profesión tiene algo a su favor, y es que uno puede ir probando quién le va gustando, y quién no. Y tú, no has avanzado nada en tus módulos”. Aun sabiendo que ella tenía todo completo, Olga decidió dejar pasar el tema y cuestionarle por el evento, que costaba veintiocho dólares. Cuando le sugirió a Esther usar lo recaudado para ayudar a su compañero con cáncer, Iturralde le respondió: “Yo me doy cuenta, de que lo que tú quieres, es que tus compañeros que están más aventajados no avancen. “Ahí me cae el primer sablazo”, asegura Olga.
La piel de charol
A pesar de la engorrosa situación, Olga tenía sus módulos completos, por lo que procedió a enviar su foto y video, solo para ser rechazada. “¿Tú puedes creer que fui hasta carabineros de Chile, para pedir un permiso para contratar a una fotógrafa?”. La neurosis que la invadía la llevó a movilizarse en plena cuarentena, pero aun con todo su esfuerzo, Esther volvió a rechazarla. Como última instancia, Olga recurrió a una compañera del curso que accedió a retocar sus fotos para que fuesen aceptadas, pero no sin antes decirle que Iturralde tenía algo personal contra ella. “Ni siquiera con la operación, mi autoestima había estado tan abajo como yo estaba ahora”. Ese mismo fin de semana, Olga vio una publicación de Facebook donde Esther usaba su foto para dar un ejemplo de cómo no debían ser tomadas, alegando que su piel se veía como de charol por la luz. “Exploté en llanto”, decía Olga.
No más
Por esta humillación, Olga supo decir “No más”, pero aún le faltaba algo por comprender. Antes de dejarlo todo, Esther cambió el convenio que les hizo firmar a todos al iniciar, y disminuyó el plazo que daba para aquellos que se retrasaban con el pago.
“Ella necesitaba que yo me demore por lo adelantada que estaba, para cobrarme más plata”, asegura. Con ayuda de un abogado, Olga acabó descubriendo que Esther no poseía nada que la autorizase a certificar a sus alumnos. “Fui la única de los setenta alumnos que dijo que no. El resto, todos, creen que eso es legal”.
Convertir a la víctima
En su estadía en aquel curso, Olga relata cómo veía que muchos de sus compañeros estaban comenzando a quebrar económicamente. Cuando estos se comunicaban con Iturralde para comunicarle que no podrían pagar, ella les recomendaba empezar a dar sus propias sesiones.
Si hoy te diriges a la página de Sherpa, vas a encontrar una larga lista de personas que fueron captadas en situaciones de vulnerabilidad, a las cuales se les ha enseñado a hacer lo que les hicieron a ellas. Pero no vas a encontrar a una foto de Olga, ni del fallecido padre de dos hijos. “Ellos pueden hacerte creer que tenés un problema, que tus problemas te los causaste vos misma. Llegas a creer que no sabes cómo pedirle al universo. Incluso en un Dios castigador”.

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Pablo Salum
Entrevista
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Francisco Tellez
Diseño Gráfico